sábado, 12 de abril de 2025

Nayib Bukele El Salvador? o la Perdicion de un pais?


Desde su llegada al poder en 2019, Nayib Bukele ha capturado la atención tanto nacional como internacional por su estilo confrontativo, su fuerte presencia en redes sociales y su aparente efectividad en la lucha contra la criminalidad. Sin embargo, detrás de esa imagen de eficiencia y modernidad se esconde una serie de prácticas autoritarias, decisiones cuestionables y tendencias peligrosas que podrían poner en riesgo la salud democrática de El Salvador a largo plazo. Este artículo analiza críticamente por qué el liderazgo de Bukele podría ser perjudicial para el país.


Erosión de la institucionalidad democrática

Uno de los aspectos más preocupantes del gobierno de Bukele ha sido su constante enfrentamiento con las instituciones tradicionales del Estado. En mayo de 2021, apenas iniciado su mandato con mayoría en la Asamblea Legislativa, sus diputados destituyeron sin debido proceso a los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema y al fiscal general, una acción que fue ampliamente criticada por organismos internacionales como la OEA y Human Rights Watch.

Esta concentración de poder debilita el sistema de pesos y contrapesos, comprometiendo la independencia judicial y legislativa, pilares esenciales para cualquier democracia funcional.


Militarización y estado de excepción prolongado

En 2022, Bukele implementó un régimen de excepción con el fin de combatir las pandillas, lo que ha resultado en una baja significativa de los homicidios. No obstante, este régimen ha sido renovado mensualmente, lo que ha permitido arrestos sin orden judicial, restricciones a la libertad de asociación y presunciones de culpabilidad.

Aunque los índices de violencia han disminuido, organizaciones como Amnistía Internacional han documentado miles de detenciones arbitrarias, torturas y violaciones al debido proceso. El enfoque de “mano dura” puede ser efectivo a corto plazo, pero plantea dudas sobre sostenibilidad, justicia y respeto a los derechos humanos.


Concentración de poder y culto a la personalidad

Bukele ha consolidado un nivel de poder político sin precedentes desde la posguerra salvadoreña. Utiliza las redes sociales como medio principal de comunicación, muchas veces desinformando o descalificando a quienes disienten, desde periodistas hasta defensores de derechos humanos.

Además, ha promovido una narrativa mesiánica en la que él es el único capaz de “salvar” a El Salvador. Esta lógica de personalismo y centralización de poder va en contra de las dinámicas democráticas modernas, que exigen transparencia, rendición de cuentas y participación plural.


Riesgos económicos y decisiones poco transparentes

El experimento de Bukele con el Bitcoin, que convirtió a El Salvador en el primer país en adoptarlo como moneda de curso legal, ha generado fuertes críticas por la falta de transparencia, riesgos financieros y la baja adopción real entre la población. Además, ha afectado la relación con organismos financieros internacionales como el FMI, complicando las negociaciones de financiamiento externo.

La opacidad con la que se manejan fondos públicos, especialmente durante la pandemia, también ha sido motivo de preocupación por posibles actos de corrupción.


Libertad de prensa y criminalización de la disidencia

Numerosos periodistas y medios críticos han denunciado acoso, vigilancia y restricciones en el acceso a la información. El gobierno de Bukele ha sido acusado de usar software espía como Pegasus para espiar a comunicadores y activistas. Además, reformas legales recientes pueden criminalizar el periodismo que reporte sobre pandillas, lo que restringe aún más la libertad de expresión.


Conclusión

Si bien Nayib Bukele ha capitalizado el hartazgo social frente a la corrupción y la inseguridad, su estilo autoritario, su desprecio por la institucionalidad y su tendencia a concentrar poder representan una amenaza latente para la democracia salvadoreña. El desarrollo de un país no puede sustentarse únicamente en resultados inmediatos, sino en el respeto a los principios democráticos, los derechos humanos y la construcción de instituciones sólidas.


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